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Viernes 22 de Noviembre 2024

Velo de la Virgen María

Velo de la Virgen María
 

Ver y Creer |   Durante el providencial suceso de la Anunciación, ante el saludo del ángel, la Virgen María se mantuvo serena, la cabeza siempre erguida y sin alterarse en lo mínimo. No le alteró la presencia del ángel aunque sí lo que dijo, como refiere el Evangelio: “Ella se conturbó por estas palabras, […]


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Durante el providencial suceso de la Anunciación, ante el saludo del ángel, la Virgen María se mantuvo serena, la cabeza siempre erguida y sin alterarse en lo mínimo. No le alteró la presencia del ángel aunque sí lo que dijo, como refiere el Evangelio: “Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo” (Lc 1,29). Es de considerar que la dignidad de la criatura en cuyo seno se encarnaría el Verbo eterno de Dios, de quien ella sería Madre, fuese superior en dignidad a la del Mensajero celestial y es de suponer que a ella, concebida sin culpa ni pecado, los espíritus puros del cielo le pareciesen naturalmente afines a la pureza inmaculada de ella misma.

 

El arte sacro de los iconos marianos bizantinos supo expresar la dignidad y honorabilidad de la Virgen que da a luz a Dios, rodeando su rostro con un delicado velo que al tiempo que cubre su cabeza proyecta una sombra en su frente y cae armonioso sobre sus hombros. Este velo, al que los monjes ortodoxos llaman maphorion, aparece adornado con tres estrellas doradas, una sobre la frente y una sobre cada hombro de la Virgen, que son símbolo de la Santísima Trinidad y de la triple y perpetua virginidad de María antes, durante y después del parto. Estos iconos marianos suelen mostrar, sobre fondo de oro y a ambos lados de la Virgen María, las letras en griego MO OY, que expresan lo que a ninguna otra creatura le es atribuible: Madre de Dios.

 

El maphorion que llevaba puesto la Virgen María al momento de la Anunciación y de la Encarnación se venera en la catedral de Chartres, Francia, a donde llegó en el año 876 como donación del rey Carlos el Calvo, emperador de Occidente y nieto del emperador Carlomagno, quien anteriormente fue poseedor de la reliquia mariana que a su vez le fue donada por el emperador de Constantinopla. El Velo es de seda y sin costuras, según un informe de 1712. Un examen practicado en 1927 demostró su datación de dos mil años y su procedencia de Oriente.

 

Esta reliquia le confirió tal importancia a Chartres, que su primigenia catedral, de estilo románico, se convirtió también en basílica dedicada a la santísima Virgen, y en destino de peregrinaciones.

 

En 1194, un incendio causado por un rayo redujo a cenizas la basílica románica, y la tristeza se instaló en Chartres más por considerar la pérdida de la reliquia que por la destrucción de su catedral, pero al cabo de tres días de búsqueda, de los escombros salió un sacerdote cubierto con el Velo que lo protegió de las llamas, milagro que provocó entusiasmo por construir una nueva catedral y basílica, ahora de estilo gótico. Se concluyó en 1260, se consagró a la Asunción de Nuestra Señora y se reanudaron las peregrinaciones, pero con el paso del tiempo y la pérdida de Fe, la catedral de Chartres creció en fama por su estilo gótico y por sus vitrales esplendorosos en tanto que la sagrada reliquia, tristemente cayó en el olvido.

 

 

Por: Roberto O’Farrill Corona