“Sí, como dices, soy Rey”
Que Jesús murió es algo que todo el mundo conoce, pero el saber que Jesús es Rey, y que verdaderamente resucitó, son dos gracias que él nos ha concedido a quienes le seguimos y amamos, saber que es Rey del Universo y que será Rey de nuestro mundo.
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Por: Roberto O’Farrill Corona
En este año 2021, la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo está indicada para celebrarse el domingo 21 de noviembre, fecha en la que termina también el Año litúrgico para que comience el nuevo año al domingo siguiente con el inicio del tiempo del Adviento.
La Constitución Apostólica Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II precisa que “para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en misterio” y agrega que “este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo”.
Al pronunciar la profesión de Fe, quienes en Cristo creemos proclamamos en el Credo que el Señor vendrá nuevamente al mundo, con gloria, y afirmamos que “su reino no tendrá fin”. En efecto, Jesucristo ya vino a nuestro mundo, pero todavía no regresa; ya reina en el universo, pero continúa pendiente que establezca su reino de paz en el mundo, es decir, la consumación del Reino, tal como lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este mundo. El triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal” y agrega que el día del Juicio, “Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia” (Numerales 680 y 681).
Para la celebración de esta Solemnidad, en la santa Misa se da lectura al texto del Evangelio: “Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»” (Jn 18,33-37).
En efecto, como todo juicio lo determina, se tenía que interrogar al acusado, y es por ello que Pilato le preguntó a Jesús si él, como afirmaban sus acusadores, era el Rey de los judíos; y como toda ejecución romana de crucifixión lo indicaba, al sentenciado se le habría de colocar un letrero que expresara su delito, primero colgado a su cuello y luego fijado a la cruz: “Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.» Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El Rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos”.» Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.»” (Jn 19,19-22)
Pilato no se enteró, no supo que al fijar ese letrero en la cruz de Cristo era el primero en proclamarlo públicamente como rey, y defendiéndose del capricho de los acusadores de Jesús de modificar lo escrito, dando un manotazo de autoridad exclamó que lo que allí estaba escrito así se quedaría escrito. Lo dijo sin saber que con sus propias palabras estaba confirmando la majestad de Jesucristo.
A esta confirmación procedente de Pilato, vino a sumarse la profesión de uno de los verdugos, pues tras morir Jesús, “al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: -Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Mc 15, 39).
Es de admirar que haya provenido del mundo pagano, y no del pueblo judio, la proclamación tan vehemente, primero de la majestad de Jesús, y luego de su divinidad.
Que Jesús murió es algo que todo el mundo conoce, pero el saber que Jesús es Rey, y que verdaderamente resucitó, son dos gracias que él nos ha concedido a quienes le seguimos y amamos, saber que es Rey del Universo y que será Rey de nuestro mundo.