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Jueves 21 de Noviembre 2024

Rompecabezas 

 

Una sociedad que cuida a sus madres no sólo se dignifica, sino que crece económica y socialmente.


Por: Carlos Herrero*

@CarlosHerreroC

Es inevitable hablar del día de las madres, durante este mes de mayo, y de las reflexiones que acaecen en su entorno. México es uno de los pocos países del mundo que lo sitúa en un día concreto del calendario, el 10 de mayo. Países como Estados Unidos o España lo sitúan en el primer o segundo domingo de mayo. Desde siempre, México ha sido un polo de valoración de las madres y es un ejemplo para el mundo al querer dedicarle específicamente un día.

Las madres son el motor de la familia, de la sociedad y por lo tanto de todo lo que sucede en ellas. Cuando pensamos en la familia como célula esencial de la sociedad no sólo nos referimos a la vivencia de los valores universales aprendidos en ella, sino de todos los elementos que constituyen sociedades sanas y en un desarrollo equilibrado. También pensamos en el impulso de seres humanos que se convertirán en seres productivos y transformadores de la sociedad.

Las loas y reconocimientos en este día se nos muestran necesarios y emocionalmente fuertes. Pero no hay que dejar en la orilla el significado profundo de lo que significa para la sociedad contar con mujeres que conforman como madres el motor de una sociedad, hoy más aquejada que nunca de una múltiple crisis: de salud, económica, social, educativa, política y hasta de identidad. Cuando se pierde el rumbo, la brújula siempre marca hacia las madres como norte seguro.

El confinamiento de la pandemia nos llevó a un ambiente familiar del que nos habíamos olvidado. Las madres, y especialmente las madres trabajadoras, lo sufrieron más que nadie. Además de multiplicarse y de asumir roles complementarios, que en la sociedad corresponden por ejemplo a los maestros, vieron invadido su espacio vital de todos los días. Son las grandes heroinas del confinamiento y hay que saber lo que esto significa y aporta para todos.

Estas circunstancias constituyen un catalizador de aprendizajes de roles familiares, sociales, así como de ambientes familiares y profesionales. El mundo postpandemia, cuando éste quiera llegar, seguirá avanzando en espacios y en tiempos, y nos irá marcando determinadas velocidades. Pero si algo resalta en medio de todo, es que el motor esencial de la célula familiar es la madre. Y al serlo de la familia, lo es también de la sociedad y de la economía.

Suena a lugar común, pero es la realidad. Y para ello, las mujeres también tienen que darse cuenta, valorarlo y prepararse. La inteligencia femenina y particularmente de las madres, hace falta en todas las áreas de la vida. Hablar en estos términos debería imponerse como redundante en un siglo que tendría que ver la presencia femenina como algo natural, normal y correspondiente a una sociedad en la cual más del 50% de la población son mujeres y muchas de ellas madres.
Estamos todavía en la superación de la violencia estructural contra la mujer y contra una minusvaloración del papel de la madre en el mundo. Con la mira puesta en superar estas lacras humanas y sociales, logramos apenas el primer pilar básico de una sociedad que se dignifique por su propio equilibrio y el balance de la participación de quienes la componemos.

Los retos son fuertes, pero cuando la actitud es fuerte, los problemas y las trabas se hacen pequeños.

Las madres logran, en términos generales, una gran estructura económica en su entorno. No debemos olvidar que economía, significa la ley de la casa. Y en esto las madres son maestras expertas. Enumerar sus muchas cualidades suena a tópico. Pero tomar su modelo representa un caso de éxito para el crecimiento de toda la sociedad.

El mundo del siglo XXI pre y durante la pandemia, el post todavía no se ha verificado, ha presentado discusiones fuertes sobre el feminismo y el lugar de la mujer en el mundo. Se han ondeado todo tipo de banderas: el feminismo a ultranza, el hembrismo, el feminismo equilibrado, el humanismo como centro de las relaciones entre seres humanos. Las discusiones se mantienen y los hechos casi siempre se retrasan.

Los días como el 10 de mayo, deben dejarnos alguna huella, alguna pequeña señal que ojalá se convirtiera en cicatriz de por vida, de lo que significa ser madre y de su aportación al desarrollo del mundo. Ojalá pasemos de los lugares comunes, de las flores, de las felicitaciones y de las canciones para pasar a los hechos que transforman.

Una sociedad que cuida a sus madres no sólo se dignifica, sino que crece económica y socialmente.

La economía de escala debería revisar no sólo los procesos, la tecnología, la inversión y el desarrollo, tendría que bajar a las estructuras fundamentales de la sociedad. Y ahí encontraría en el primer lugar de toda la maquinaria a tantas madres que sostienen tantos hogares y tantas vidas, como motores fundamentales.

 

*Filósofo, presidente de Extrategia, Comunicación y Medios