Rompamos la burbuja
La falta de diversidad y la polarización en la sociedad que promueven ciertos sistemas tecnológicos y políticos para su propio beneficio generan distorsiones de la realidad y evitan que podamos tomar mejores decisiones colectivas.
Juan Carlos Zepeda*
Las benditas y malditas redes sociales hoy son una realidad en la que tenemos que reflexionar y en su caso, tomar acciones concretas para conocer, administrar, aprovechar o por lo menos prevenir sus efectos. Pero este fenómeno no nos determina como sociedad, más bien y como lo expresaba acertadamente el académico Benjamin Barber, la sociedad es la que produce qué medios y redes alimenta para su propio uso.
Para nadie es sorpresa saber que el consumo de las redes sociales en nuestro país ha crecido más de un 46% durante los últimos meses del confinamiento. Hay que estar conscientes que la llamada “minería de datos” analiza, por ejemplo, nuestras búsquedas en Google, las compras en línea, las rutas y lugares frecuentes con Waze, nuestro comportamiento en Facebook, los comentarios en Twitter, los videos en YouTube, los mensajes de voz que mandamos por WhatsApp, nuestros patrones de sueño y cualquier otra información que pasa por las aplicaciones que aceptamos, definiendo con bastante asertividad estadística nuestro comportamiento. Tal vez el sistema no sepa exactamente qué vas a hacer tú en los próximos minutos, pero sí puede anticipar con certeza que 6 de cada 10 perfiles tendrán una cierta respuesta a un estímulo en particular.
Sí, es muy factible que los famosos algoritmos puedan definir con mucho mayor seguridad que nosotros mismos si estamos con ansiedad, atravesando un periodo de duelo o si necesitamos un descanso. De hecho, si estás leyendo este artículo en tu celular o a través de alguna de tus redes, probablemente el sistema ya predijo el tiempo que le vas a destinar de lectura, qué vas a revisar después y hacia dónde se pueden dirigir tus acciones digitales en los próximos minutos u horas.
Los beneficios comerciales de ello son evidentes: productos personalizados en el momento adecuado, empresas y clientes “satisfechos”. Pero el gran problema es justo ese: este efecto que Eli Pariser denomina el “filtro burbuja”, que evita justamente que la persona reciba estímulos que le ayuden a pensar diferente, a discernir, a conformar un juicio crítico y pueda tener mayor diversidad de opiniones para moldear sus juicios y decisiones.
Uno de los efectos sociales de este fenómeno es que nos aleja más de “los otros”, aquellos que “no tienen la razón y que piensan de manera equivocada”. Por ello, el llamado es a romper conscientemente esta burbuja en la que cómodamente nos hemos instalado, tanto en nuestras redes digitales como en nuestros círculos sociales.
Distraer a los algoritmos ampliando las fuentes de consulta, relacionarnos y escuchar con atención y sin prejuicios a la “otra parte”. Reforzar una y otra vez nuestras tesis se siente bien, pero no nos aportará tanto como atender los argumentos de aquellos que son y piensan diferente, profundizar más en su situación y posición.
La falta de diversidad y la polarización en la sociedad que promueven ciertos sistemas tecnológicos y políticos para su propio beneficio generan distorsiones de la realidad y evitan que podamos tomar mejores decisiones colectivas.
* Maestro en Historia del Pensamiento.
Socio Director de FWD Consultores.