Reciclaje en el PRD
Aunque el PRD debe mostrar caras nuevas y una línea de discurso moderna de lo contrario se verá como un partido que comienza a oler a viejo.
Dobleces |
Israel Mendoza Pérez
Reducido a una mínima representación en ambas Cámaras y con el debilitamiento a cuestas de lo que fueron los resultados electorales de la contienda de 2018, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) trata de evitar un exterminio histórico frente a Morena rumbo a los comicios de 2021.
Por ello recurren a la fórmula de Los Chuchos. La negociación pragmática y el amarre de acuerdos a través de alianzas políticas, hasta con sus antiguos adversarios. Ahora, con Jesús Zambrano a la cabeza en el partido del sol Azteca buscan un flotis y no perder más espacios.
Gracias a la Dirección Nacional Extraordinaria (DNE), el perredismo vivió una situación de embalsamamiento político, aunque su trabajo se queda más en lo testimonial que en la propuesta política. Por ello comienzan a tejer la estrategia de lanzar candidaturas rumbo a 2021 con personalidades que les dejen dividendos políticos. Hacia allá van los perredistas con su nuevo dirigente. La línea de trabajo de Nueva Izquierda desde que la crearon Jesús Ortega y Jesús Zambrano en 1999 adoptó la expresión de que las alianzas son válidas en política porque son con los amigos, compañeros y hasta con los contrincantes en momentos coyunturales “son necesarias para avanzar”.
Por ejemplo, en 1997 el PRD dio 50 por ciento de las candidaturas a ciudadanos, con ello obtuvo el 25 por ciento de espacios en la Cámara de Diputados y sin alianza. La coyuntura actual los obliga a ver a ciudadanos que sumen votos y una nueva cara al PRD que la necesita antes de verse como un partido anacrónico.
Aunque el antecedente de esta corriente de opinión perredista pragmática fue en 1996 cuando Jesús Ortega y Zambrano formaron el denominado grupo de Los Chuchos, allá por 1996, en busca de apoyo para Andrés Manuel López Obrador en busca de la presidencia del PRD. Y lo lograron.
Ahora, son la oposición de un gobierno que no los ve como rivales fuertes. Su última alianza con el panismo en 2018 les trajo pocos resultados efectivos y sin trasladarla a una alianza electoral con las demás fuerzas políticas los dejó en la lona. Su presencia es nimia y sus críticas carecen de eco.
La llegada de Jesús Zambrano, quien ya había sido líder nacional del PRD de 2011 a 2014 está llamado a darle el segundo aire al PRD o pasarán a ser una agrupación de cero influencias y a un paso del fallecimiento político.
En este momento en el que el PRD carece de figuras históricas, nace la opción de tener a Zambrano como artífice del cambio, aunque tiene enfrente un reto superior, generar un cambio de mentalidad al interior del propio partido y evitar la fuga de militantes rumbo a los comicios del próximo año. La apuesta es grande y en este caso, los militantes de Morena y del PRD se conocen en hechos y mañas.
Aunque el PRD debe mostrar caras nuevas y una línea de discurso moderna de lo contrario se verá como un partido que comienza a oler a viejo.