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Jueves 21 de Noviembre 2024

La modélica democracia mexicana

La modélica democracia mexicana
 

La democracia mexicana sin ser perfecta, no deja de ser modélica. Y aceptémoslo, lo hemos hecho muy bien en este sentido.


Rompecabezas |

Para los que conocimos culturalmente a México a través del libro Vecinos distantes, de Alan Riding, un libro con muchos huecos, pero con excelentes intuiciones; México supera con creces lo que ahí se analiza. Hay que analizar a fondo las raíces de la cultura de un país y no quedarse sólo en las ramas. De todos modos, Riding, propone una aproximación interesante.

Cuando llegué a México en 1989, se decían dos frases sobre este país: “Aquí la constitución es como el inglés, se escribe de una manera y se pronuncia de otra” y en el encuentro de la revista Vuelta, Vargas Llosa soltó la lapidaria frase de que somos “la dictadura perfecta”. Es decir, México convivía con diferentes situaciones contradictorias y realmente autoritarias.

Sin embargo, partir de los años ochenta, México tomó un derrotero de país moderno en lo político, en lo económico y en lo social. No todo ha sido bueno. Ha habido corrupción, abuso, impunidad y cinismo, pero el país ha logrado un nivel democrático paso a paso y mirando hacia adelante.

Una vez más, hay que acudir a los hechos. Contamos con una Constitución de más de cien años. Que aunque mejorable, nos ha dado estabilidad como país. Hemos formado un sistema electoral de primer nivel, dirigido por una institución ejemplar: el INE. Gozamos de una envidiable separación Iglesia – Estado aún contando con un 80% de católicos (nada ha venido mejor a la Iglesia que esta separación). El período presidencial de seis años, largo en comparación de la mayoría de los países democráticos, asegura la limitación del poder con la no reelección.

¿Sistema muy mejorable? Desde luego. ¿Usado por partidos políticos y presidentes a su favor? También. ¿Compañero de camino de cierta corrupción e impunidad? Claramente. Pero eficiente para un país de 128 millones de habitantes, muy complejo en sus composiciones urbana – rural, pobres – ricos, mestizo – indígenas y muchas otras conformaciones.

Lo que queda más que claro es que las consultas populares no serán la forma de repensar y mejorar nuestro sistema democrático y que de ellas sólo puede salir una opinión de grupos sociales minoritarios, totalmente respetables, pero alejados del concepto de voluntad de la mayoría que reina en la democracia.

Cuando países como Chile, han realizado referéndums sobre la salida de Pinochet, España sobre la aceptación de un sistema democrático o la entrada en la OTAN, o Suiza sobre su sistema universal de pensiones; han establecido las condiciones para un referéndum en tiempo y forma. Una consulta popular, es solamente eso, y no es, por esencia, ni social ni políticamente vinculante.

Sobre la continuidad o revocación del mandato de un presidente, deben actuar el poder judicial y el poder legislativo. También la calle y los medios pueden contribuir sana y democráticamente, pero no se logrará un criterio serio a través de consultas descafeinadas que sólo logran recuperar opiniones.

Ojalá la consulta sobre el supuesto juicio a los períodos políticos anteriores se hubiera establecido con la seriedad, los procesos y procedimientos, además del presupuesto y la comunicación que se requería. Ojalá la consulta sobre la revocación de mandato se plantee seriamente desde el punto de vista jurídico y de referéndum. Sería un avance histórico para la democracia.

La democracia mexicana sin ser perfecta, no deja de ser modélica. Y aceptémoslo, lo hemos hecho muy bien en este sentido.

A pesar de los muchos errores del pasado, México ha conquistado su democracia. Sólo nos queda mirar para adelante construyendo el presente.