La esperanza en el porvenir
No es un tema menor que el Presidente esté siendo un poco más cauto, que por primera vez haya desistido en una decisión anunciada y que hoy esté mostrando mayor sensibilidad ante los gravísimos estragos de la pandemia.
Juan Carlos Zepeda*
El día de la celebración de la Independencia fue interpretado de distintas maneras por los analistas, pero uno de los mensajes que el Presidente Andrés Manuel López Obrador dejó ver (o así quisiéramos interpretarlo), es que por fin escuchó a alguien de su equipo. El Grito en el Zócalo se realizó sin gente, sin la presencia de ese “pueblo bueno y sabio” que tanto alimenta al Presidente y el que aún lo sigue y respalda en un gran porcentaje.
Recordemos que una de las características en la toma de decisiones a lo largo de estos dos años del Presidente es lo que unos llaman tenacidad u otros terquedad, llevando adelante hasta las ocurrencias más creativas o disparatadas (otra vez, dependiendo del lado en el que se esté) que todos conocemos.
El Presidente había anunciado que ésta sería una celebración necesaria, festiva y amplia del pueblo, y cuando la crítica subió por el anuncio de tener asistentes en el Zócalo, señaló que con “la sana distancia” sí se podría realizar. Así, la ceremonia del Grito se politizó, igual que el uso del cubrebocas o los llamados a quedarse en casa.
Pero sucedió lo inesperado: el Presidente ha ido reconociendo, aunque no abierta ni francamente, que la pandemia nos está ganando la batalla. Una ceremonia que inició con un minuto de silencio por las más de 72 mil víctimas oficiales del COVID-19 (200 mil estimadas y seguramente primera causa de muerte este año) y un reconocimiento el día 16 a personal de salud que sigue haciendo milagros con lo poco que se les da.
Y aunque el mismo Presidente sigue apuntalando su famoso “vamos bien” por la reciente disminución en la tendencia de contagios y muertes, ahora matiza haciendo un llamado a mantener la calma, a “no confiarse del virus” y a “seguirnos cuidando”. “Todos sabemos de amigos, familiares y conocidos que han enfrentado esta terrible enfermedad”, dijo hace unos días.
No es un tema menor que el Presidente esté siendo un poco más cauto, que por primera vez haya desistido en una decisión anunciada y que hoy esté mostrando mayor sensibilidad ante los gravísimos estragos de la pandemia. El terrible “nos cayó como anillo al dedo” seguramente a estas alturas le trae solo descrédito y nos recuerda el pésimo cálculo que hicieron en su equipo sobre la Pandemia. Pero sobre todo, quiero pensar que puede reflejar la conciencia de llevar a cabo un cambio urgente en la forma de manejar la crisis en los próximos meses.
Para reavivar esa “Esperanza en el Porvenir” que prometió en campaña y que retumbó como uno de los veinte vivas el pasado 15 de septiembre en un Zócalo vacío, requiere forzosamente ajustar varios de los aspectos del manejo de la economía, los apoyos a diferentes sectores, negociar y coordinar con los estados, pero, sobre todo, afinar la estrategia de salud, que no puede estar basada en la esperanza de una vacuna milagrosa que, seguramente, tardará en llegar.
* Maestro en Historia del Pensamiento
Socio Director de FWD Consultores