La democracia debe llegar al bolsillo
La democracia revive y se repiensa continuamente no sólo en los escritorios de los intelectuales, sino en esta clase media, atenta al destino de su país.
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La democracia, si no llega al bolsillo de los ciudadanos no sirve para nada. La frase es de un gran demócrata, nada sospechoso: el fallecido Gilberto Rincón Gallardo, un adalid de la democracia en México.
Quizá la gran pregunta que todo ciudadano se hace ante un informe de gobierno o ante el cierre de un año del mismo, consiste en saber si ha mejorado la calidad de vida, que los seres humanos de a pie catalogamos en salud, educación, capacidad de adquisición, vivienda, infraestructura y seguridad. Estos ejes conforman las preocupaciones de todas las clases sociales, respetando los niveles, en todos los países.
Asombra observar las condiciones en las que todavía se trabaja en México, por ejemplo. O también analizar el desabasto de medicinas ya tan comentado en tantos espacios informativos y que ha dañado la vida de tantos niños, mujeres y hombres. La violencia campa por sus fueros en prácticamente todos los estados de la república, aunque parece que hay una pequeña mejoría en las estadísticas, si bien no en la tendencia.
México sigue siendo (gerundio activo) un país con más de 37 millones de personas en pobreza extrema. Somos el país de las contradicciones o dicho de manera más poética, del surrealismo. Somos pacíficos pero tenemos un país violento. Somos un país rico pero abundan los pobres. Contamos con las mejores fuentes de energía, riqueza y crecimiento pero no crecemos al ritmo de nuestra riqueza.
La democracia no ha llegado claramente al bolsillo de la gente, ni de la clase media ni de la clase más pobre y desgraciadamente más amplia del país.
Y es ahí donde se nos cruza el tema de la clase media. Porque es la clase media la que logra el equilibrio social en los países. No por lo de clase, sino por la capacidad adquisitiva y la calidad de vida que representa. Países de nuestro entorno como España, Chile, Panamá, cuentan con una clase media sostenible en el tiempo. Este sector aporta equilibrio, estabilidad y democracia a los países. Nunca hay que olvidarlo.
La llegada a la clase media no es por casualidad. Los factores educación y esfuerzo acompañan claramente a esta clase. Cuando un ciudadano se instala en esta clase, suele ser un trampolín para hacer crecer, bajo su experiencia y sabiduría, a sus propios entornos familiares y sociales. Ni se llega a ella bajo el oportunismo fácil, ni se mantiene nadie en sus límites sin esfuerzo.
Para los que hemos nacido en una clase media esforzada y que se esfuerza, haber llegado a terminar una carrera mediante becas y sobre todo mediante el trabajo durante dobles jornadas de nuestros padres, representa un orgullo enorme. De ahí hemos podido tener una calidad de vida que probablemente nuestros padres no gozaron. Pero ahí radica la gran satisfacción de poder dar a los propios lo mejor posible.
Por ello, todo gobierno debería trabajar por la consolidación de la clase media y por una superación de la pobreza. Y por supuesto, muchísimo más aún de la pobreza extrema que tanto lacera a familias enteras.
La clase media no surge por generación espontánea, se forma a partir de los valores del esfuerzo, el trabajo y la visión. Una clase media educada y digna sostiene a un país en cualquier circunstancia. Con ella siempre se pueden encontrar soluciones, vías de salida, oportunidades y capacidad de compromiso. Esta clase nacida del esfuerzo sólo puede aportar más esfuerzo y más entrega allí donde se encuentra.
El componente económico de esta clase a la que no le sobra casi nada, que cubre sus necesidades, obtiene una cierta calidad de vida y logra ahorrar algo para el futuro; es esencial. No se trata de la búsqueda del dinero en sí o de un capitalismo exacerbado, sino de una lucha que tiene consecuencias en lo económico y que hace bien a cada ciudadano y a su entorno.
La democracia revive y se repiensa continuamente no sólo en los escritorios de los intelectuales, sino en esta clase media, atenta al destino de su país. Esa clase y todos los ciudadanos, esperamos y buscamos que la democracia, como sistema político nos retribuya libertad, representación, proporcionalidad y algo para los bolsillos que nos permita considerar nuestro desarrollo continuo dentro de parámetros normales de calidad de vida.
La pobreza es un ataque directo a la democracia. La inestabilidad de la clase media desbalancea a esta misma democracia. Por ello, todo demócrata confía y pone su pequeño peldaño para que esa clase media sea el centro de la sociedad y elimine las diferencias sociales que sólo construyen situaciones negativas.