Examen de conciencia II
Son varias respuestas a muchas preguntas, pero hay que considerar que se trata de un examen de conciencia profundo, por lo que es necesario tener paciencia y meditar en cada una de las preguntas que, con certeza, mueven a reflexionar para ser mejores personas, mejores hijos de Dios y mejores hermanos con los demás.
Ver y Creer |
Por: Roberto O’Farrill Corona
El Ritual del sacramento de la Reconciliación propone, como guía para un examen de conciencia, responder con honestidad varias preguntas, clasificadas en tres bloques, a partir de la enseñanza de Jesús en el amor a Dios y al prójimo a fin de reconocer aquellas acciones u omisiones que nos han apartado de Dios:
1) “Amarás a Dios con todo el corazón”
¿Amo a Dios sobre todo, o vivo obsesionado por las cosas del mundo? ¿Obro con recta intención? ¿Es firme mi fe en Dios? ¿Me adhiero a la Doctrina de la Iglesia? ¿Tengo interés en mi instrucción cristiana escuchando la Palabra de Dios? ¿He profesado mi fe, en mi vida pública y privada, sin temor? ¿He rezado mañana y noche? ¿Mi oración es una auténtica conversación con Dios? ¿Le he ofrecido mis trabajos, dolores y gozos, y he recurrido a él en mis tentaciones? ¿Tengo reverencia y amor hacia el nombre de Dios, o le ofendo con la blasfemia? ¿Me he conducido irreverentemente con la Virgen María y los santos? ¿Guardo los domingos, los días de fiesta y participo en la Misa? ¿He cumplido el precepto anual de la confesión y de la comunión pascual? ¿He confiado, más que en Dios, en supersticiones, adivinaciones o magia?
2) “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”
¿Tengo auténtico amor a mi prójimo, o abuso utilizándolo para mis fines? ¿Lo he escandalizado con palabras o acciones? ¿He contribuido, en mi familia, al bien y alegría de los demás con paciencia y amor? ¿He respetado y ayudado a mis padres? ¿He educado cristianamente a mis hijos? ¿He sido fiel en mi matrimonio? ¿Comparto mis bienes con quienes son más pobres que yo? ¿Defiendo a los oprimidos y ayudo a los que viven en la miseria? ¿Participo en algún apostolado de mi parroquia? ¿He tratado de remediar las necesidades de la Iglesia y he orado por ellas? ¿Me preocupo por el bien y la prosperidad de la comunidad en la que vivo? ¿Participo en la promoción de la justicia y la honestidad de las costumbres? ¿Soy justo, laborioso y honesto en mi trabajo, prestando con amor mi servicio a la sociedad? ¿He dado a mis trabajadores el salario justo? ¿He cumplido mis promesas y contratos? ¿He prestado obediencia y respeto a las legítimas autoridades? ¿Uso mi autoridad para mi utilidad personal, o para el bien de los demás? ¿He perjudicado a alguien con calumnias, mentiras o violación de algún secreto? ¿He dañado la vida, la integridad física, el prestigio, el honor o los bienes de otros? ¿He recomendado, procurado o inducido al aborto? ¿He odiado a alguien? ¿Me he separado del prójimo por ofensas o enemistades? ¿He rehusado, por egoísmo, presentarme como testigo de la inocencia de alguien? ¿He robado o he causado algún daño, y luego he restituido lo robado y reparado ese daño? ¿Me he mostrado dispuesto a la paz y a conceder, por el amor de Cristo, el perdón a quienes me han ofendido, o mantengo deseos de odio y venganza?
3) “Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”
¿Me anima la esperanza de la vida eterna, como dirección fundamental de mi vida? ¿Me esfuerzo en avanzar en la vida espiritual por medio de la oración, lectura y meditación de la Palabra de Dios, participación en los sacramentos y retiros espirituales? ¿Estoy esforzándome en domar mis vicios y mis emociones de envidia, pereza, avaricia e ira? ¿Me he levantado contra Dios por soberbia o jactancia, o he despreciado a los demás sobreestimándome a mí mismo? ¿He impuesto mi voluntad a otros en contra de su voluntad y derechos? ¿He aprovechado mi tiempo, mis fuerzas y los dones que Dios me dio, para superarme, o para mi provecho egoísta? ¿He vivido ocioso o perezoso? ¿He soportado con paciencia las contrariedades de la vida? ¿He observado el ayuno y la abstinencia? ¿He mantenido mis sentidos y mi cuerpo en pureza, o me he manchado con la fornicación o con palabras y pensamientos impuros? ¿He participado de espectáculos contrarios a la honestidad humana y cristiana? ¿He incitado a otros al pecado? ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia? ¿He tratado de actuar dentro de la verdadera libertad de los hijos de Dios, según la ley del espíritu, o soy siervo de mis pasiones?
Son varias respuestas a muchas preguntas, pero hay que considerar que se trata de un examen de conciencia profundo, por lo que es necesario tener paciencia y meditar en cada una de las preguntas que, con certeza, mueven a reflexionar para ser mejores personas, mejores hijos de Dios y mejores hermanos con los demás.