Emilio, el delator
Sin embargo, aunque Zebadúa se involucre en el pleito histórico entre Robles y el presidente Andrés Manuel López Obrador, le advirtió —desde la mañanera— que independientemente de que busque que se aplique el criterio de oportunidad, no significa que habrá impunidad en el caso, ya que se “pueda reducir las penas, pero no exonerar”.
Dobleces |
Por: Israel Mendoza Pérez
@imendozape
El tributo de Emilio Zebadúa, excolaborador de Rosario Robles, en Sedatu y Sedesol, al gobierno de la cuatroté de convertirse en delator —testigo protegido— en el caso de la llamada Estafa Maestra es sólo un revoloteo a la información. No aportan nada sus revelaciones. Sólo se prestó para avivar las hornillas contra el sexenio pasado y mantener como marca de la casa la cruzada moral contra la corrupción.
Desde octubre pasado comenzaron los acercamientos con excolaboradores de Robles Berlanga para llegar a “acuerdos” y ofrecer impunidad a cambio de revelar nombres de alto rango en el sexenio pasado y fechas de movimientos financieros escandalosos.
Como parte de su negociación para obtener el beneficio de ser testigo protegido, Zebadúa reveló que Robles fue quien le dio indicaciones para operar los contratos de las dos dependencias federales. Así comenzó a echarle aire a los flotis que necesita para evitar pisar la cárcel y de paso engordar la burbuja de ataques contra la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Sin embargo, aunque Zebadúa se involucre en el pleito histórico entre Robles y el presidente Andrés Manuel López Obrador, le advirtió —desde la mañanera— que independientemente de que busque que se aplique el criterio de oportunidad, no significa que habrá impunidad en el caso, ya que se “pueda reducir las penas, pero no exonerar”.
Zebadúa es uno de los conocedores de la añeja disputa entre Robles y López Obrador. Él desde su despacho del exgobenador Pablo Salazar Mendiguchía y posteriormente como diputado federal conoció del pleito en en 2002 cuando en agosto de ese año, las portadas de los principales diarios mostraban a una sonriente Rosario Robles, en aquel entonces dirigente del PRD, junto a su homólogo del PRI, Roberto Madrazo Pintado, tras la firma del Acuerdo Político por México. Ese momento político provocó el enojo del entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador; con ello vino la ruptura definitiva con Robles. Lo demás fueron gotas de coraje sumadas a la hiel.
El desplante del exjefe de Gobierno fue monumental, de acuerdo con testigos de ese pasaje. Sin titubeos cuestionó: ¿Para quién juega Rosario? ¿Qué no sabe que Madrazo es mi enemigo, que representa a Salinas? ¿Por qué no me avisó? A partir de ese día, López Obrador no volvió a tomarle la llamada a la presidenta nacional del partido del sol azteca.
Zebadúa supo leer el coraje que existe contra Robles y ahora ella encarna para la cuatroté la corrupción. Por eso es que acudió en los primeros días de octubre a la FGR para deslizar lo que sabe. Aunque sólo se está subiendo a un añejo pleito. En el que gana tiempo y libertad, pero se convirtió en un delator al que le pusieron enfrente un acuerdo antes de pisar prisión. A final de cuentas su papel no era de primer orden en el gabinete del sexenio pasado y lo que comience a soltar será la “carnita” necesaria para mantener el proyecto anticorrupción de los adversarios de Robles.