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Martes 19 de Noviembre 2024

“El mal no te alcanzará, ni la plaga”

“El mal no te alcanzará, ni la plaga”
 

El Señor tiene tantas formas de respondernos, como la que aquí he descrito para compartir lo que me sucedió, con quienes lo lean, pues así como es para mí, lo es para todos.


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En mi oración diaria de inicio del día, al Sagrado Corazón de Jesús siempre le digo: -En ti confío. Desde hace muchos años se lo digo, y también le pido perdón por mis ofensas y por las  ofensas de otros, a quienes él tanto nos ama; pero ahora, en uno de estos días de incertidumbre y temor por la pandemia sufrida en todo el mundo, tuve la sensación de recibir una pregunta suya: -¿Completamente…? Y luego una enseñanza también suya: -Si confiaras completamente en mí, no tendrías incertidumbre ni temor.

Semanas después, de un libro sagrado que tomé del librero saltó de entre sus páginas el folleto “Tengo sed de ti” publicado por los Padres Misioneros de la Caridad, en el que leí: “Quiero que sepas que cada vez que me invitas, yo vengo siempre, sin falta. Vengo en silencio y sin ser visto, pero con un poder y un amor infinito, trayendo los muchos dones de mi Espíritu. Vengo con mi misericordia, con mi deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión. Un amor en cada detalle, tan grande como el amor que he recibido de mi Padre. Vengo deseando consolarte y darte fuerza, levantarte y vendar todas tus heridas. Te traigo mi luz, para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Vengo con mi poder, que me permite cargarte a ti y a todo lo que pesa sobre ti, como el pastor carga sobre sus hombros la oveja herida y extraviada. Vengo con mi gracia, para tocar tu corazón y transformar tu vida. Vengo con mi paz, para tranquilizar tu alma”. Me sobrevino un suspiro hondo, pues sentí un gran alivio.

Confortado, seguí leyendo: “No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí. Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus extravíos. Conozco cada uno de tus problemas. Conozco tus necesidades y tus preocupaciones y, sí, conozco todos tus pecados, pero te digo de nuevo que te amo, no por lo que has hecho o dejado de hacer; te amo por ti, por la belleza y dignidad que mi Padre te dio al crearte a su propia imagen. Es una dignidad que muchas veces has olvidado, una belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres y he derramado mi sangre para rescatarte. Si sólo me lo pides con fe, mi gracia tocará todo lo que necesita ser cambiado en tu vida”.

Con la mirada mojada, aunque fortalecido, continué: “Sé lo qué hay en tu corazón, conozco tu soledad y todas tus heridas, los rechazos, los juicios, las humillaciones. Yo lo sobrellevé todo antes que tú, y todo lo sobrellevé por ti, para que pudieras compartir mi fuerza y mi victoria”, y más adelante, las siguientes palabras confirmaron que confiar en el Señor debe ser de manera completa: “Lo único que te pido es que te confíes completamente a mí, yo haré todo lo demás. Desde ahora ya veo el lugar que mi Padre te ha preparado en mi reino. Recuerda que eres peregrino en esta vida viajando a casa”.

Unas semanas más tarde, me encontré con esta Palabra de Dios en el salmo 91: “Él te libra de la red del cazador, de la peste funesta; con sus plumas te protege, bajo sus alas hallas refugio: escudo y armadura es su fidelidad. No temerás el terror de la noche, ni la saeta que vuela de día, ni la peste que avanza en tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía. Aunque caigan mil a tu lado y diez mil a tu derecha, a ti no te alcanzará. Basta con que fijes tu mirada, verás la paga de los malvados, tú que dices: «Yahvé es mi refugio», y tomas a Elyón por defensa. El mal no te alcanzará, ni la plaga se acercará a tu tienda; que él ordenará a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos. Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie; pisarás sobre el león y la víbora, hollarás al leoncillo y al dragón. Puesto que me ama, lo salvaré, lo protegeré, pues me reconoce. Me llamará y le responderé, estaré a su lado en la desgracia, lo salvaré y lo honraré. Lo saciaré de larga vida, haré que vea mi salvación”.

El Señor tiene tantas formas de respondernos, como la que aquí he descrito para compartir lo que me sucedió, con quienes lo lean, pues así como es para mí, lo es para todos.

 

 

Por: Roberto O’Farrill Corona