¿Democracia en riesgo? (2ª PARTE)
En el mundo y el México de hoy debemos poner más atención sobre estos líderes autoproclamados “iluminados” que dicen salvarán a sus pueblos de los sistemas “conservadores” y “corrputos” que los avasallan, y activarnos como sociedad organizada a defender a las instituciones que tienen como fin generar equilibrios y contrapesos en el ejercicio de poder.
Por: Juan Carlos Zepeda*
“La cura para los males de la democracia es más democracia”, reza un viejo refrán que nos sirve de antesala para la reflexión del extraordinario análisis de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt sobre los riesgos en los que vive una democracia y cómo éstas pueden llegar a fracturarse. Exponen los principios de los liderazgos extremos, demagógicos y pulistas, que llegaron a instaurar gobiernos autócratas a través de la manipulación del mismo sistema democrático.
Los autores señalan que los populistas le dicen a los votantes que el sistema existente en realidad no es una democracia, sino que ésta ha sido secuestrada, está corrupta o manipulada por la élite. Y les prometen enterrar a esa élite y reintegrar el poder al pueblo. La historia demuestra que la polarización extrema, la división social y las crisis sistémicas pueden poner en peligro al sistema democrático incluso en sociedades con amplia trayectoria democrática.
En la actualidad, advierten, el retroceso democrático empieza en las urnas, por lo que cuando estos líderes populistas ganan las elecciones, suelen asaltar las instituciones democráticas que deberían servir para contenerlos. Así, muchas de las medidas gubernamentales que subvierten la democracia son “legales” e incluso se las venden a la población como medidas para mejorarla: combatir la corrupción, evitar despilfarros, reforzar la eficacia del Poder Judicial o incluso fortalecer el sistema de rendición de cuentas.
Cuatro pistas para identificar a un político autoritario, cuando: 1. Rechaza, ya sea de palabra o mediante acciones, las reglas democráticas del juego. 2. Niega la legitimidad de sus oponentes. 3. Tolera o alienta la violencia y 4. Indica su voluntad de restringir las libertades civiles de sus opositores. Con cualquiera de éstas que se cumpla, la sociedad debería prender las señales de alarma.
¿Pero cómo evitar este desgaste silencioso que pone en riesgo las democracias? Uno de los factores clave son los partidos políticos, primero, en cómo filtrar de sus filas a aquellos personajes radicales que, aunque les generen aparentes preferencias, a la larga pueden incluso socavarlos; y segundo, evitar las tentaciones de aliarse con aquellos liderazgos extremos y antisistema en momentos de crisis.
Levitsky y Ziblatt también destacan que cuando los extremistas se postulan como contrincantes electorales, los partidos deben forjar un gran frente común para derrotarlos. Citando a Linz, los partidos “deben mostrar su voluntad de unirse a grupos ideológicamente distantes pero comprometidos a salvar el orden político democrático”, lo que en circunstancias normales sería inconcebible, pero ante un riesgo mayor, sus partidarios y la ciudadanía general podrán entenderlo.
En el mundo y el México de hoy debemos poner más atención sobre estos líderes autoproclamados “iluminados” que dicen salvarán a sus pueblos de los sistemas “conservadores” y “corrputos” que los avasallan, y activarnos como sociedad organizada a defender a las instituciones que tienen como fin generar equilibrios y contrapesos en el ejercicio de poder.
* Maestro en Historia del Pensamiento.
Socio Director de FWD Consultores.