“Confiar en Dios”
Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahvé a lo largo de los días
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Por: Roberto O’Farrill Corona
El santo Padre san Juan de la Cruz, en sus Dichos de Luz y Amor aconseja acudir a Dios tanto en los tiempos de bonanza como en los de dificultades, y así, enseña: “En los gozos y gustos acude luego a Dios con temor y verdad, y no serás engañado ni envuelto en vanidad” y “En la tribulación acude luego a Dios confiadamente, y serás esforzado, y alumbrado, y enseñado”, dos sabios consejos de los que hemos de aprender que nuestras crisis son aprovechadas por Dios para fortalecer, iluminar y enseñar a quienes en Él confiamos.
Desde los inicios del año 2020 la humanidad se encuentra entrampada en una pandemia que, tras invadir el orbe, ha provocado diversas tribulaciones y crisis marcadas por un temor que se ha instalado en el ser humano y que amenaza con ser creciente. Se ha enfrentado la pandemia de diversas maneras con esfuerzos humanos, pero quienes en Cristo creemos sabemos que la fuerza humana no es suficiente para apaciguar la mente, tranquilizar el corazón y aliviar el alma, pues en estos tres elementos del ser humano, mente, corazón y alma, es donde con invisible presencia Dios actúa en favor de quienes le amamos.
Revelándose por medio de su Palabra, el Autor de nuestra existencia nos ha dado a conocer reiteradamente que la confianza en Él se traduce en milagros, y por ello, es momento de recordar algunas de sus revelaciones acerca de confiar en Él.
En el Antiguo Testamento:
“Contestó Moisés al pueblo: -No teman, estén firmes y verán la salvación que Yahvé les otorgará en este día, pues los egipcios que ahora ven, no los volverán a ver nunca jamás. Yahvé peleará por ustedes, que ustedes no tendrán que preocuparse” (Ex 14,13-14). “¡Sean valientes y firmes!, no teman ni se asusten ante ellos, porque Yahvé tu Dios marcha contigo; no te dejará ni te abandonará. Después Moisés llamó a Josué y le dijo en presencia de todo Israel: -¡Sé valiente y firme!, tú entrarás con este pueblo en la tierra que Yahvé juró dar a sus padres, y tú se la darás en posesión. Yahvé marchará delante de ti. Él estará contigo; no te dejará ni te abandonará. No temas ni te asustes” (Dt 31,6-11). “¡Sea Yahvé ciudadela para el oprimido, ciudadela en los tiempos de angustia! Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Yahvé, no abandonas a los que te buscan” (Sal 9, 19-11). “No tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahvé confiado. Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios” (Sal 112,7). “Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahvé su Dios, que hizo los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay” (Sal 146,5).
En el Nuevo Testamento: “Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo” (Jn 16,22). “Firmemente convencido de que, quien inició en ustedes la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús!” (Flp 1,6). “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4,13) “El Señor me librará de toda obra mala y me salvará guardándome para su Reino celestial. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Tm 4,18). “De modo que podamos decir confiados: -El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Hb 13,6). “Confíenle todas sus preocupaciones, pues Él cuida de ustedes” (1P 5,7). “Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios, y cuanto pidamos lo recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada” (1 Jn 3,21).
Ya sea por el temor a la enfermedad o a la muerte, por el miedo al hambre o por la incertidumbre ante diversas calamidades que podrían llegar, confiar en Dios es lo mejor que podemos emprender, como nos lo recuerda el Salmo 23, tan pleno en esperanza: “Yahvé es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan, Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahvé a lo largo de los días”.