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Domingo 17 de Noviembre 2024

Cabalgata traicionera

Cabalgata traicionera
 

Ramírez Cuéllar fue el artífice de inflar el tema del Fobaproa y utilizar esa desinformación a su conveniencia ya que omitió decir que en ningún momento el gobierno federal estaba obligado a entregar recursos financieros o a otorgar garantías a favor del fondo.


Dobleces |

Por: Israel Mendoza

@imendozape

En los más de dos años de la cuatroté, sus protagonistas han removido el pasado a su entera conveniencia. La apuesta del olvido colectivo es su principal carta. A final de cuentas, el proyecto transformador los rebautizó, pero no borró su pasado. Alfonso Ramírez Cuéllar, diputado a reelegirse por el distrito 14 de Tlalpan es el ejemplo conspicuo del político que tiene una deuda histórica monumental, su creación El Barzón en 1993 fue el medio de presión y chantaje para el naciente Fondo de Protección para el Ahorro Bancario (Fobaproa).

Esta organización funcionó como su brazo social y político para presionar a los banqueros y frenar la creación del Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB). Sin embargo, sus posturas radicales no prosperaron por carecer de consistencia.

En 1997, el PRD lo postuló como diputado federal en la LVII legislatura, donde tuvo sus primeros acercamientos con los asuntos de la cuenta pública, pues el PRD lo nombró coordinador del área de Finanzas y fungió como secretario de la Comisión de Hacienda y Crédito Público. Desde ahí operó una doble jugada contra los banqueros y el Fobaproa ya que sus estruendosas incursiones a caballo y sus gritos en tribuna eran mediáticamente golpes espectaculares, pero en la mesa de negociación de la comisión de Hacienda nunca trabajó parejo.

Incluso, hay un pasaje conocido entre los legisladores que debatieron el Fobaproa. En esos años, algunos diputados entre ellos, Ifigenia MartínezDolores PadiernaRicardo García Sáinz Bernardo Bátiz acudieron a una reunión en el hotel Flamingos Plaza, en la ciudad de México, con Jorge Castañeda David Ibarra Muñoz, ex secretario de Hacienda con José López Portillo, enviados desde Los Pinos en la que ellos ofrecieron a los legisladores perredistas, ahora morenistas, “carta blanca para impulsar la reforma política hecha a su medida a cambio de votar como iba en deuda pública los pagarés del Fobaproa”. Ahí se buscó una negociación política a cambio del tema económico financiero que implicó el Fobaproa. Ramírez Cuéllar no acudió por soberbia.

En cambio, llevó la agenda del entonces dirigente nacional del PRD, Andrés Manuel López Obrador, y a través de un desplegado con fecha 28 de mayo de 1998, señaló que su partido estaba dispuesto a aprobar la conversión trimestral de 100 mil millones de pesos a deuda pública del Fobaproa si, con base a las auditorías, el Gobierno renegocia con los bancos y aplica el castigo a banqueros y funcionarios.

La propuesta también negociada con Ramírez Cuéllar dejó ver de nueva cuenta una nueva estatización de la banca que en su momento lo requiriera. De esta manera, el dirigente del Barzón navegó en una curul con negociaciones con los banqueros del país mientras que en el legislativo la propuesta era otra.

Ramírez Cuéllar fue el artífice de inflar el tema del Fobaproa y utilizar esa desinformación a su conveniencia ya que omitió decir que en ningún momento el gobierno federal estaba obligado a entregar recursos financieros o a otorgar garantías a favor del fondo.

Esos fueron los hilos finos de la discusión del Fobaproa que Ramírez Cuéllar jamás transparentó. De esa manera se la ha pasado de curul en curul. Ahora va por una reelección plagada de soberbia, pero con un pasado turbio indeleble.