Reyes del dolor, todo sea por la ciencia
El canal History estrena un “entretenido” programa que explora los límites del dolor en los seres humanos ante ataques de arañas, serpientes, insectos y otras linduras.
Cuando la mayoría de las personas ven una araña, una serpiente, un escorpión o incluso una abeja, su reacción natural es alejarse y huir de estas “amenazas” en medio de gritos y sobresaltos. En cambio, los protagonistas de “Los reyes del dolor” (“King of Pain”) el nuevo programa del canal History que se estrena este miércoles en Latinoamérica, son “conejillos de indias” que deliberadamente buscan ser atacados por insectos, arácnidos, peces y reptiles para evaluar el daño que pueden causar en el ser humano y elaborar un índice de dolor para clasificarlos.
El biólogo Adam Thorn y el adiestrador de animales Rob “The Caveman” Alleva, expertos en vida silvestre, son esta suerte de “ratones de laboratorio” que exploran bosques, ríos, montañas y desiertos de todo el mundo en busca de esas pequeñas especies que más aterran a la gente, para ser mordidos, picados o lo que sea que hagan, al tiempo que ellos describen ante las cámaras, mientras pueden y el dolor se los permite, las diferentes sensaciones que experimentan.
Si bien podría pensarse en un principio que Thorn y Alleva son dos idiotas que hacen videos extravagantes o fuera de lo común, únicamente para ganar “likes” y tráfico en sus páginas web, nada más alejado de la realidad. Lo hacen en nombre de la ciencia y para continuar con el trabajo iniciado hace un par de décadas por el reconocido entomólogo estadounidense Justin O. Schmidt, sólo que con un poco más de veneno, colmillos y dolor.
A lo largo de la primera temporada de “Los reyes del dolor” veremos a Adam Thorn y al “Caveman” Alleva ceder voluntariamente sus miembros funcionales a los gustos de pitones reticuladas, peces escorpión, hormigas bala, tarántulas Goliat, erizos de fuego, avispas verdugo, veranos del Nilo, ciempiés asiáticos y hasta pirañas del Amazonas para que puedan experimentar en carne propia el “armamento” con el que la naturaleza los dotó.
En uno de los programas, por ejemplo, se ve cómo Thorn, con un casco protector, le arrima el brazo a una enorme serpiente para que ésta lo muerda. La pitón, que no es venenosa, se lanza de inmediato y le clava los colmillos a la altura del codo. Thorn trata de aguantar el dolor, pero luego de unos segundos le pide ayuda a su compañero para retirar el animal.
“Se ha quedado un colmillo dentro”, dice Thorn, mientras su brazo comienza a cubrirse de sangre. Luego, tuvo que ser trasladado a un hospital para que revisaran y le cosieran las heridas. En su escala del dolor que va de 1 a 30, y donde 3 es la picadura de una abeja, la mordida de la pitón reticulada merece 4.5 de calificación, aunque no es nada comparado con los 14 puntos de dolor que le ocasionó la mordida de la tarántula Goliat y le dejó el brazo paralizado y una severa inflamación en la mano (casi el doble de su tamaño) durante un par de días.
Esta tarántula originaria de las selvas sudamericanas es 10 veces más grande que una araña casera normal y tiene colmillos lo suficientemente grandes como para romper la piel de una persona. Con un par de colmillos de entre 2 y 4 centímetros, la también llamada “tarántula pajarera” (aunque muy rara vez come pájaros) inyecta su veneno sólo cuando se siente amenazada.
“Si bien la premisa de esta serie puede parecer una locura, Adam y Rob son expertos en vida silvestre en una misión importante”, asegura Eli Lehrer, vicepresidente ejecutivo de History. Cada episodio sirve para enseñar la historia un animal diferente, su relación con los seres humanos y las posibles soluciones a sus ataques. Evidentemente, los protagonistas están siempre acompañados por un equipo médico que se asegura de que no superen la frontera que ponga en peligro su vida.
“Mientras que la mayoría de las personas huirían, Adam y Rob recorren grandes distancias por selvas remotas y playas solitarias para probar sus límites de dolor en nombre de la ciencia. Esperamos que ‘Los reyes del dolor’ mantenga a los espectadores al borde de sus asientos durante cada grito, estremecimiento y herida punzante que acerque a nuestros expertos en vida silvestre a actualizar el índice de dolor definitivo”, explicó Lehrer.