¿Un Macron mexicano? ¡Imposible!
OPINIÓN / COLUMNA/Eduardo Ruiz-Healy Al empezar la temporada electoral francesa que culminó hace unos días, pocos creían que el joven y poco conocido candidato del movimiento ¡En Marcha!, Emmanuel Macron, ganaría la Presidencia. Las encuestas lo ubicaban en un tercer lugar después del republicano François Fillon y de la neofascista Marine le Pen. Las cosas cambiaron para […]
Al empezar la temporada electoral francesa que culminó hace unos días, pocos creían que el joven y poco conocido candidato del movimiento ¡En Marcha!, Emmanuel Macron, ganaría la Presidencia. Las encuestas lo ubicaban en un tercer lugar después del republicano François Fillon y de la neofascista Marine le Pen. Las cosas cambiaron para él en marzo pasado, cuando se hizo público el hecho de que Fillon le pagó a su esposa e hijos cientos de miles de euros provenientes del erario por trabajos que no realizaron. Este acto de corrupción permitió que Macron se colocara en el primer lugar de las encuestas, ganara la primera vuelta electoral del 23 de abril y la segunda del 7 de mayo.
A raíz del triunfo de quien a sus 39 años será el presidente más joven en la historia de Francia –posición que antes ocupó el primer presidente de ese país, Luis Napoleón Bonaparte– varios comentaristas y analistas han opinado que lo que necesitamos en México es una versión local de Emmanuel Macron.
Después de leerlos o escucharlos me pregunté: “¿Un Macron mexicano?” Y de inmediato me contesté: “¡Imposible!”.
Y es que en nuestro país no puede surgir un candidato realmente independiente de la nada porque los partidos mismos y sus respectivos legisladores se han encargado de que eso sea virtualmente imposible. Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado se han promovido y aprobado leyes que hacen que ser reconocido como candidato sin partido a cualquier cargo de elección popular sea algo sumamente difícil.
En México, la ley electoral señala que el aspirante a una candidatura presidencial independiente debe contar con el apoyo demostrado a través de su firma “de una cantidad de ciudadanos equivalente a un por ciento de la lista nominal de electores con corte al 31 de agosto del año previo al de la elección y estar integrada por electores de por lo menos 17 entidades federativas, que sumen cuando menos un por ciento de ciudadanos que figuren en la lista nominal de electores en cada una de ellas”.
Es decir, la firma de unos 85 mil electores que radiquen en 17 estados como mínimo.
Obtener tantas firmas no es cosa fácil ya que para recopilarlas el candidato debe disponer de cuantiosos recursos económicos, materiales y humanos.
Para obtener su registro como candidato, Macron sólo tuvo que presentar la firma de 500 funcionarios que apoyaran su candidatura, publicar su declaración patrimonial y abrir una cuenta de banco para el uso exclusivo de su campaña electoral.
Por la gran dificultad que implica obtener una candidatura independiente en México, y más si ésta es presidencial, no veremos un Macron mexicano en muchos años.
La ley electoral debe ser modificada para hacerlo posible.
BPG