#OpiniónCapital Ebrard y la justicia de Mancera; un izquierdista que fue salinista
Su regreso a la política mexicana no tiene que ver con la aportación de experiencia al equipo unipersonal de López Obrador, sino que llegó buscando su propio ajuste de cuentas
Desesperado por colocarse en alguna posición lopezobradorista que le dé fuero para lo que viene, Marcelo Ebrard regresó de un exilio exterior de cinco años para encontrar una posición de exilio interior porque López Obrador lo mandó lejos de su primer círculo.
Su primer posicionamiento despertó sonrisas forzadas: “Mancera está en la coalición de derecha”, dijo, olvidando que López Obrador se alió a la derecha religiosa recalcitrante del Partido Encuentro Social.
Hasta ahora López Obrador había evitado chocar con el jefe de Gobierno capitalino Miguel Ángel Mancera, que no es candidato a nada pero mantiene el liderazgo político en la Ciudad de México.
Ebrard ya le abrió una fisura a Morena en CDMX que irritó al propio López Obrador.
Lo que queda es la acumulación que ha hecho Ebrard de resentimientos. Su regreso a la política mexicana no tiene que ver con la aportación de experiencia al equipo unipersonal de López Obrador, sino que llegó buscando su propio ajuste de cuentas.
Ebrard ha luchado contra sus propios fantasmas. Poseedor de una clara astucia política y experto en guerras de confrontación, en los hechos ha obtenido pocos resultados: creyó que la candidatura de Mancera a la Jefatura de Gobierno era de continuidad, pero Mancera logró una victoria sin pasar por Ebrard: tres millones de votos, 64.6 por ciento, contra 2.2 millones o 46.4 por ciento de Ebrard en 2006. Luego pidió que taparan sus irregularidades en obras públicas, pero las evidencias en su contra fueron contundentes.
En la lucha política, Ebrard siempre ha dependido de otros: Manuel Camacho Solís lo captó por su capacidad de organización política, y después se le pegó a López Obrador para que lo hiciera secretario de Seguridad Pública del DF, luego lo rescató para Desarrollo Social después de que el presidente Fox lo despidió por incompetente y, finalmente, por dedazo de López Obrador fue jefe de Gobierno.
La gran obsesión de Ebrard ha sido auto asumirse como de izquierda. Sin embargo, se hizo político al amparo de Carlos Salinas de Gortari. Como operador de la política salinista del PRI aplastó al PRD en 1991 para instalar el salinismo en la capital de la república. Del 2000 a la fecha ha dependido de López Obrador.
En 2013 huyó del país cuando comenzaron a revelarse los expedientes de corrupción e ineficiencia en la Línea 12 del Metro, buscó la complicidad de Mancera, López Obrador le quitó el apoyo y vivió en París durante cinco años. A finales de 2016 viajó a EU para apoyar la candidatura de la demócrata Hillary Clinton en la comunidad mexicana, pero los hispanos votaron por Trump. En la realidad, Ebrard nunca tuvo posición alguna en la campaña de Hillary.
Después de mucho insistir, López Obrador creó delegaciones regionales de campaña y mandó a Ebrard a un exilio interior en la región de Baja California, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Durango, Chihuahua, zona dominada por el PRI y el PAN. Ebrard aceptó un cargo de tercer nivel, cuando en 2012 apareció como secretario de Gobernación del gabinete dream team de López Obrador.
Lo que queda es que Ebrard rinda cuentas de su gestión en el gobierno del DF 2006-2012, pero ya ha comenzado a moverle el piso a la secretaria designada de Gobernación del gabinete 2018- 2024 de López Obrador, la ministra Olga Sánchez Cordero. Es su naturaleza.
Política para dummies: la política es el arte de engañar con la verdad, a sabiendas que la verdad es una mentira.
Carlos Ramírez/@carlosramirezh
*Esta opinión no refleja necesariamente la de este sitio informativo
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