OpiniónCapital 2018: candidatos, ajenos a la crisis de seguridad y de Estado
La decisión del INE de eludir la prioridad de la seguridad pública-interior-nacional benefició al presidente Peña Nieto porque su candidato, José Antonio Meade, tuvo la tranquilidad de eludir el tema central del crimen organizado
Si se revisan las últimas semanas, las primeras planas de los diarios y los arranques de los noticieros de radio y televisión, las notas policiacas opacan los mensajes políticos y sociales de los candidatos. Y lo que es peor, la agresión criminal contra candidatos o exfuncionarios deja el mensaje de que los gobernantes son incapaces de salvarse a sí mismos y por ello menos podrán cuidar a la sociedad.
Políticos y funcionarios son atrapados por sus complicidades con el crimen organizado; por lo menos hay datos de candidatos a alcaldes y legisladores involucrados con cárteles del crimen organizado, además de algunos que ya están incrustados –mejor aún: encamados– con bandas criminales, como los casos recurrentes de policías municipales al servicio de los delincuentes.
El candidato que más se ha metido en esta agenda es Andrés Manuel López Obrador, pero con mensajes encontrados: combate contra las bandas criminales con bienestar de la sociedad, restauración de la Secretaría de Seguridad Pública, amnistía a criminales y mete como candidatos personales a legisladores a personas involucradas con prácticas criminales.
Los candidatos del PRI-Verde y de PANPRD eludieron el tema de seguridad en los debates, porque el Instituto Nacional Electoral decidió excluirlo de la agenda directa de los tres debates y les dio a los aspirantes espacio tangencial para eludir más que involucrarlos: derechos humanos en el primer debate, crimen organizado trasnacional en el segundo y nada en el tercero.
La decisión del INE de eludir la prioridad de la seguridad pública-interior-nacional benefició al presidente Peña Nieto porque su candidato, José Antonio Meade Kuribreña, tuvo la tranquilidad de eludir el tema central del crimen organizado dentro de las estructuras del Estado y de la sociedad y para sacar del debate electoral el tema de los más de 250mil muertos violentos en los sexenios del PAN de Ricardo Anaya y del PRI de Meade.
Todo plan de desarrollo –sea neoliberal o neopopulista– exige que el Estado como poder, fuerza y autoridad tenga el control de la República.
El problema del crimen organizado en México desde la primera denuncia formal del columnista Manuel Buendía en Excélsior en mayo de 1984 radica en el principio del poder de que ninguna fuerza puede disputarle dominación y hegemonía al poder sin la complicidad del mismo poder; el crimen organizado fue una estructura apadrinada por el Estado para combatir a la disidencia política, como lo probó el hecho de que la Dirección Federal de Seguridad –la policía política del régimen– fue creada por la CIA como policía ideológica de la guerra fría.
La falta de control sistémico propició que hoy haya varios exgobernadores perseguidos por la justicia por sus relaciones con el crimen organizado y varios candidatos hayan sido arrestados por los mismos cargos, pero que ninguno de los candidatos haya colocado la complicidad delincuentes-poder político como punto central de las campañas presidenciales.
La crisis de seguridad no es un asunto de nota roja, sino un tema prioritario de la crisis de vigencia del Estado, del sistema político y del Gobierno. El próximo presidente no podrá gobernar sin una nueva estrategia de seguridad interior, pero los candidatos sólo quieren encaramarse en el poder.
Política para dummies: La política es la decisión de encarar los problemas para resolverlos, no ocultados para encaramarse en el poder.
Si yo fuera Maquiavelo: “Son tan variables las cosas de este mundo, que es imposible que alguien permanezca con sus ejércitos un año sitiando ociosamente una ciudad”.
Carlos Ramírez/@carlosramirezh
*Esta opinión no refleja necesariamente la de este sitio informativo
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