Fe en la justicia
OPINIÓN / LA COYUNTURA/Vladimir Galeana “Tengo fe en la justicia”, espetó Pablo Camposano de la Mora, defensor de Javier Duarte de Ochoa tras la audiencia que tuvo en Guatemala como parte del proceso de extradición a México. Don Pablo es uno de los abogados que defienden al veracruzano y que seguramente piensan que lograran sacarlo del atolladero […]
OPINIÓN / LA COYUNTURA/Vladimir Galeana
“Tengo fe en la justicia”, espetó Pablo Camposano de la Mora, defensor de Javier Duarte de Ochoa tras la audiencia que tuvo en Guatemala como parte del proceso de extradición a México. Don Pablo es uno de los abogados que defienden al veracruzano y que seguramente piensan que lograran sacarlo del atolladero que significa la extradición a México para que sea juzgado por la infinidad de delitos que cometió con sus excesos en el poder.
Lo que no sabe el señor Camposano es que los mexicanos pensamos de manera similar a él, y tenemos fe en que el señor Duarte finalmente pagará por todo lo que le ha hecho a este país, a Veracruz y a su gente. La justicia en México se ha caracterizado por ser un producto más que se expone al mejor postor, aunque esta afirmación estoy seguro me granjeará innumerables epítetos por aquellos que se dicen prístinos cuando de aplicarla se trata.
La realidad es que en México, por desgracia, sigue estando a la disposición del mejor postor. Y no es que me guste imaginar cosas, es que conozco profundamente el funcionamiento del sistema judicial, donde cualquier asunto se arregla con dinero. Para decirlo de otra forma, en México la justicia siempre se ha vendido al mejor postor.
Incluso un presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, en connivencia con un notario que fue procurador en la capital del país, lograron arrancar a un moribundo un testamento de más de ochocientas páginas para despojar a los hermanos Saba de su parte de la herencia.
El problema de México es que la podredumbre ha llegado a niveles inimaginables a causa de los excesos del poder, entre los que tenemos que incluir la supeditación del ámbito Judicial al Ejecutivo, circunstancia que sigue siendo una contradicción brutal en el funcionamiento del Estado Mexicano, y pese a ello siempre hemos tenido fe en que la justicia finalmente nos llevará, algún día, a poner a cada quien en su lugar.
Pero mientras eso ocurre, tendremos que seguir soportando los desplantes de un sujeto al que debiera darle vergüenza ganar dinero defendiendo a un hombre que con toda impunidad hurtó el patrimonio de innumerables mexicanos para satisfacer sus ansias de riqueza y las de su pareja, que quizás en uno de esos momentos de remordimiento trataba de convencerse que merecía esa abundancia que le proporcionaba su marido hurtando el dinero público.
Aunque no lo crea el señor Camposano, los mexicanos tenemos fe en la justicia, porque no nos queda otra que esperar a que la vergüenza haga eso que no hemos podido hacer en tantos años. Ojalá los juzgadores tengan esa vergüenza a la hora de sentenciar a los saqueadores y no se dejen llevar por las migajas que seguramente les ofrecerán. México necesita que los funcionarios públicos recuperen la vergüenza, porque el siguiente paso será la probidad. Al menos tenemos esa esperanza. Al tiempo.
BPG