Con el mismo rasero
OPINIÓN / LA COYUNTURA/ Vladimir Galeana Si algo podemos decir de lo ocurrido ayer en los cuatro estados donde tuvimos elecciones es que nuestros políticos se han convertido en verdaderos profesionales. El problema es que ese profesionalismo adquirido a través de los años es producto de la serie de marrullerías que han aprendido y que sofistican más […]
Si algo podemos decir de lo ocurrido ayer en los cuatro estados donde tuvimos elecciones es que nuestros políticos se han convertido en verdaderos profesionales. El problema es que ese profesionalismo adquirido a través de los años es producto de la serie de marrullerías que han aprendido y que sofistican más cada vez, porque la finalidad inmediata es alcanzar el triunfo de la forma que sea, aunque para ello tengan que cometer actos oprobiosos y contrarios a la democracia.
El fin justifica los medios es una forma de intentar otorgarle legitimidad a las formas utilizadas, que en la mayor parte de las veces son contrarias a la letra de las disposiciones normativas aplicables en los procesos electorales. Pero esta circunstancia es algo que hasta ahora se ha considerado normal y forma parte de una presunta lucha democrática que poco tiene de lo mismo y mucho de prácticas que todavía se mantienen vigentes aunque las leyes las enumeren dentro de las prohibiciones.
Los ejércitos de especialistas se dedicaron más a visualizar la forma de desgastar o criticar a los adversarios antes que preocuparse por la generación de propuestas viables, justificables, certeras y que entendieran los votantes.
Los estrategas decidieron irse por la confrontación antes que la propuesta, confundiendo más a los electores. Para uno de los contendientes, era cuestión de vida o muerte mantener la vigencia de un régimen que parecía agotado.
La guerra de las cifras se sucedió vertiginosamente al cierre de las casillas, y fueron diversos los actores políticos de los partidos en competencia quienes salieran a señalar el triunfo, sabedores de que estaban mintiendo porque de lo que se trataba era de seguir manteniendo el mito de la victoria arrebatada. Pero habrá que decir que la importancia de estas elecciones radica en que son las previas antes de llegar a la presidencial del año venidero, y conforman el mapa electoral a utilizar en las estrategias futuras.
Contrario a lo que se esperaba, el tricolor dio la campanada en Coahuila, lo que evitó el desastre que se avizoraba.
Como siempre ocurre, los perdedores nunca pierden y anuncian su triunfo, pero eso forma parte del anecdotario que alguna vez André Breton describiera de esta forma: “No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”.
A la hora en que esto escribo los candidatos tricolor y morenista se declararon triunfadores, pero la congruencia y la decencia quedó del lado de Juan Zepeda, quien se distinguió por ser el candidato más competitivo de esta elección, y pidió a todos esperar los resultados finales. La conclusión es que el dinosaurio tricolor está más vivo que nunca, y que el señor López Obrador entendió que una Presidencia de la República se gana en las urnas y no en el discurso. Al tiempo.
BPG