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Jueves 21 de Noviembre 2024

Orfandad gubernamental le pasa factura al caballito

 

Autoridades federales y locales niegan estar a cargo de su conservación


A siete años de su rehabilitación, El Caballito de Sebastián ya tiene daños visibles, entre los que destacan escurrimientos, un basamento cuarteado y desmoronado, así como basura en el follaje que lo rodea.

Sin embargo, su conservación enfrenta más obstáculos que las condiciones climáticas a las que se somete la estructura y es que permanece en un limbo burocrático porque autoridades capitalinas y el INAH afirman que ésta pertenece al INBA, mientras que la dependencia federal negó que la escultura se encuentre bajo su cuidado.

Construida como lumbrera del drenaje profundo, la obra de Sebastián despide un olor fétido y conserva basura entre las ramas que la rodean, mismas que perdieron su verdor por la acumulación de tierra. Sobre sus placas metálicas se aprecian escurrimientos de color rojizo, mientras que parte de su basamento está desmoronado y cuarteado.

Además, conserva restos de pintura descarapelada y un grafiti mal despintado, con degradación en su concreto y varillas salientes que se observan a ras de suelo.

Sobre lass letras metálicas, que enuncian Torre Caballito, Reforma 10, hay basura y algunos vendedores de periódicos ocupan la entrada del monumento como perchero.

En junio de 2009, la obra fue reinaugurada por el entonces jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, luego de que sus placas fueron corroídas por la evaporación de gases contaminantes desde su interior, según afirmó el propio escultor.

El artista plástico destacó en aquel entonces que la restauración permitiría que la estructura se conservara en buenas condiciones por lo menos 100 años.

Al solicitar CAPITALMEDIA información sobre su conservación, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) afirmó no estar a cargo de su resguardo, a pesar de que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Secretaría de Cultura Federal y la delegación Cuauhtémoc indicaron que a esta dependencia le corresponde su resguardo.

Asimismo, este medio de comunicación solicitó sin éxito una entrevista con el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) y el propio Sebastián.

Mientras que consultada sobre el estado de la obra, la restauradora Rocío Basilio aseveró que sobre el patrimonio artístico hay un gran abandono, lo que provoca que haya obras que no estén catalogadas y que su mantenimiento no implique la responsabilidad de alguna ente gubernamental.

“Es el problema con el deterioro del patrimonio, que alguien diga ‘yo no lo voy a pagar porque no es mío’. Todo mundo tendría que estar enterado de la condición que tiene ese bien, sin embargo, a la vista nadie se está haciendo cargo”, afirmó.

Apuntó que los incentivos fiscales gubernamentales para cuidado del patrimonio artístico son muy bajos, lo que lleva a empresas y dueños a no invertir en su mantenimiento.

No obstante, detalló que por tratarse de una obra contemporánea y de patrimonio artístico, El Caballito debería tener el resguardo del Gobierno capitalino a través de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) y del INBA.

Coral Ordóñez, restauradora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reforzó el argumento de su colega al aducir que la catalogación de obras de arte es un problema constante al que tienen que enfrentarse los especialistas.

“La protección del patrimonio del siglo XX está terrible, el INAH está enfocado del siglo XIX para atrás, y del siglo XX depende del INBA y de Seduvi. Los catálogos no siempre coinciden, ni los niveles de protección”, explicó.

Por otra parte, restauradores consultados coincidieron en que se necesita un peritaje a través de análisis químicos para establecer el grado de afectación y el proceso de restauración pertinente, que por tratarse de una escultura urbana implicará el aval de las autoridades.

“Así no valen las opiniones, lo mismo sucedió con El Caballito de Tolsá, hubo muchas opiniones y se incurrió en irresponsabilidades. Es necesario que se emita una solicitud para que cualquier restaurador pueda entrar y analizar la obra, detallar en cada aspecto y profundizar en una solución”, subrayó el especialista Alfonso Huitle.

La efigie de 28 metros de alto y un peso de 80 toneladas representa la cabeza de un caballo y está recubierta con esmalte acrílico.

Fue creada en para ubicarse en la unión de Paseo de la Reforma y avenida Juárez para cubir una lumbrera del drenaje.

Fue inaugurada el 15 de enero de 1992 para sustituir a El Caballito de Manuel Tolsá, que actualmente está afuera del Palacio de Minería.

BPG