Miles de aficionados festejan al ritmo de “cielito lindo” en el Ángel de la Independencia
Una horda de fanáticos pintaban de verde la cruz que desde lo alto formaban las avenidas de Reforma, Río Tiber y Florencia.
Al Ángel de la Independencia arribaron cerca de 75 mil personas a celebrar un triunfo futbolístico que dos horas antes parecía irreal, iluso e ilógico contra la dinastía teutona.
Si hablara, esa estatua de la Victoria Alada habría dado fe de que mientras la Selección Mexicana disputaba su primer partido del Mundial, en el Monumento a la Independencia no había indicios de un festejo, ni siquiera de una simbólica concentración.
Pero “El Cielito Lindo, “El Mariachi Loco” y los cánticos de hinchada se volvieron la antesala de una fiesta capitalina que acabó por descontrolarse por el consumo desmedido de alcohol.
“Vente puto, yo vine a echar desmadre” le dijo un joven sin playera a su acompañante, que obediente lo siguió tras la masa humana que corría desenfrenada alrededor de la Glorieta de Reforma.
En los rostros de esos jubilosos se percibía un hálito de esperanza, de ilusión pero sobre todo de emoción contenida, como si esos alegres mexicanos no hubiesen celebrado algo en años.
“Va más allá del futbol, es sentimiento nacional, carnal”, decía Álvaro, convencido de que su selección llegaría al quinto partido.
La silla de ruedas no fue impedimento para que Doña Aurora acudiera a la columna del Reforma y brindara por el triunfo de la selección. “saludcita”, decía con cerveza en mano. Mientras que para don Arturo, su avanzada edad tampoco minó su ganas de celebrar con sombrero y jorongo tricolor: “Mucha alegría porque estaba jugando mal y le ganó al campeón del mundo”.
En medio de esas máscaras del Santo, sobreros charros, penachos y las tradicionales banderas, decenas de granderos ya montaban cercos sobre las laterales de Reforma, avenida que desprendía un olor mezclado de sudor, alcohol y jabón proveniente de cientos de fanáticos que se bañaban en espuma.
“¡Hay que estudiar, hay que estudiar… el que no estudie a policía va a llegar!”, cantaba un grupo de unos cuarenta “aficionados”, que en evidente estado etílico comenzaban a protestar por el retiro de botellas y latas de cerveza de sus propias manos. Y entonces vino la gresca…
Solo se escuchaban los gritos y los cristalazos que a su paso dejaban inmuerables botellas que volaban el cerco de policías, quienes contestaban con el mismo tipo de proyectiles, golpes con sus escudos y patadas a los más cercanos, lo que derramó sangre en uno de los fanáticos.
“¡Calma México, calma!”, fueron las palabras de Gonzalo, quien ondeaba la bandera mexicana en medio de los dos bandos, logrando cesar los ataques por parte de los radicales.
“No me gusta que esté pasando eso por eso quise calmar a todos los mexicanos que están contentos y un poquito desubicados. Yo quisiera que todo siguiera en calma”, afirmaba con gesto triste a Capitalmedia.
Aunque llegó “Tláloc, los festejos continuaban en Reforma, mientras ese “Ángel” testificaba desde las alturas la contrastante fiesta mexicana.
dmm