Resistió sismos, inundaciones y el paso del tiempo; así es la casa más antigua de la CDMX
La construcción que está ubicada en la zona de la Merced, fue edificada entre los años 1570 y 1600 y en pleno Siglo XXI expertos comenzaron su restauración
Tiene apenas una planta, pero varios cuartos, fue construida con una ingeniosa mezcla de técnicas españolas y prehispánicas y se encuentra oculta entre comercios ambulantes y carpas multicolores: la casa más vieja de la Ciudad de México ha resistido, al pasar de los siglos, a sismos, inundaciones, ventas, inquilinos e incluso vandalismo.
Actualmente la vivienda, que es considerada una de las más antiguas en toda Norteamérica, se encuentra siendo intervenida por expertos, quienes la restauran con el objetivo de conservar, en su mayor parte, la estructura original.
Su edificación se dio en algún momento entre los años 1570 y 1600 y entre sus proezas está la de haber resistido una inundación que duró cinco años, tras una fuerte tormenta que azotó al centro del país en 1629.
La casa, ubicada en la calle de Manzanares, en pleno Centro Histórico, quedó abandonada por siglos pero sorprendentemente hace algunos años una familia la ocupó haciendo uso, incluso, de una antiquísima cuenca de piedra para guardar agua y lavar la ropa.
“Esta casa tiene una disposición que en el México prehispánico se llamaba calpulli“, una especie de familia extendida que formaba la construcción básica de los bloques de la sociedad azteca, dijo Mariano Leyva, director del Fideicomiso del Centro Histórico, que está restaurando la casa para que sea un centro comunitario.
Al referiste a la técnica de construcción de la rudimentaria pero resistente casa, el arquitecto Emanuel González, quien supervisa el proyecto, destaca la roca gruesa que rodea la base de las paredes de la cual, dice, es un método de construcción prehispánico para proteger las paredes de la humedad.
Destacan también el compuesto de las paredes hecho de piedra, roca volcánica y adobe que es una mezcla que se utilizaba en el periodo azteca.
Hoy, a la casa le están poniendo techos nuevos y las piedras del pavimento, de siglos de antigüedad, están siendo acomodadas en el patio.
Para Mario Tapia, quien aprovecha la vivienda para armar cajones de madera, que luego vende, la remodelación del espacio significa la pérdida de su fuente de trabajo.
“Si lo hacen todo museo aquí, no nos van a dejar trabajar, nos quedamos sin trabajo … Nos quitan de nuestro lugar de trabajo“, resopla Tapia mientras apila otra caja de madera terminada en el sombrío recoveco del viejo edificio.
La casona fue una vecindad por muchos años, lo que le permitió conservar mayormente su estructura original.
Rosa María Ubaldo López, de 79 años, nació en Manzanares 25 en 1938, cuando su madre pagaba el equivalente a 60 pesos de renta mensual por un espacio con una habitación, separado por áreas con cortinas.
Su madre atendía un puesto de frutas en el exterior de las puertas de la casa antigua y la misma Rosa María continuó con la vendimia en el mismo lugar que vio nacer a ocho de sus 10 hijos.
“Era bonita, teníamos todas las comodidades, todos nos conocíamos”, recuerda Ubaldo. “Hacíamos posadas y la cena de Navidad con los vecinos”.
“El portero se llamaba José, cuidaba mucho la vivienda… subía cada semana para barrer, para que no se acumulara basura”, recuerda la anciana.
Leyva reconoce que “si algo tiene esta casa es que ha sobrevivido tanto tiempo”, sin embargo, también reconoce que el barrio que la rodea, cerca del famoso mercado de La Merced, ha decaído. Hace unos ocho años, el área alrededor de la calle de Manzanares era una zona roja conocida.
Después de que una instancia gubernamental de vivienda comprara la casa y se propusiera a derribarla para construir un moderno edificio de apartamentos, investigadores estudiaron mapas antiguos y registros y se percataron de la antigüedad de la misma, por lo que se abandonaron los planes de construcción.