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Jueves 07 de Noviembre 2024

Día de San Pedro y San Pablo

 

Es una de las mayores celebraciones religiosas para los cristianos católicos y ortodoxos.


Los 29 de junio se celebra el Día de San Pedro y San Pablo, un santoral doble muy significativo en la tradición católica por su valor especial. Y es que ambos santos están considerados fundamentales para la posterior difusión de la doctrina católica en los inicios del cristianismo dentro del Imperio Romano.

La Fiesta de San Pedro y San Pablo, cuyo nombre oficial es “Solemnidad conjunta de san Pedro y san Pablo”, es la conmemoración del martirio en Roma de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso, celebrada el 29 de junio. Es una de las mayores celebraciones religiosas para los cristianos católicos y ortodoxos.

La fecha, según la tradición, bien es el aniversario de sus muertes o del traslado de sus reliquias y en el Santoral católico, es celebrado como solemnidad.

En las últimas décadas, esta fiesta ha sido de importancia para el moderno movimiento ecuménico como una ocasión en la que el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla han oficiado servicios diseñados para que sus iglesias más cerca de intercomunión, como participación en lo común. Es especialmente el caso durante el pontificado de Juan Pablo II, tal como se refleja en su encíclica, Ut Unum Sint (25 de mayo de 1995).

San Pedro

Simón Pedro (Betsaida, finales del siglo I a. C.-Roma, c. 67), conocido también como san Pedro, Cefas o simplemente Pedro fue, de acuerdo con múltiples pasajes neotestamentarios, uno de los discípulos más destacados de Jesús de Nazaret. Su nombre de nacimiento era Shimón bar Ioná y era pescador de oficio en el mar de Galilea. Por su seguimiento de Jesús, se constituyó en el apóstol más conocido y citado del Nuevo Testamento en general y de los cuatro Evangelios canónicos y los Hechos de los Apóstoles en particular, que lo presentan bajo muy variados aspectos. También es citado por San Pablo en sus epístolas, incluyendo la Epístola a los gálatas donde lo refiere como una de las tres columnas de la Iglesia de Jerusalén.

Figura de primer orden y de firme valor teológico en razón del ministerio que le confió el propio Jesucristo, es también conocido como el príncipe de los apóstoles y el primer Papa. Dado el prestigio del que gozó en la Iglesia primitiva, proliferaron también los «escritos apócrifos» centrados en su figura, como el Evangelio de Pedro, el Apocalipsis de Pedro, los Hechos de Pedro, los Hechos de Pedro y Pablo, entre otros. La Iglesia católica lo identifica a través de la sucesión apostólica como el primer papa, basándose, entre otros argumentos, en las palabras que le dirigió Jesús: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».

La tradición católica narra que Pedro acabó sus días en Roma, donde fue obispo, y que allí murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo de la colina vaticana o en sus proximidades, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del siglo IV el emperador Constantino I el Grande mandó construir una gran basílica sobre su sepultura. Se supone que murió crucificado, como Jesús, pero en posición invertida, cabeza abajo.

San Pablo

Pablo de Tarso, originalmente Saulo de Tarso o Saulo Pablo, también llamado san Pablo, nacido entre los años 5 y 10 d. C.,3 en Tarso de Cilicia (actual Turquía centro-meridional), es conocido como el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, o simplemente el Apóstol, y constituye una de las personalidades señeras del cristianismo primitivo. De sus epístolas auténticas surge que Pablo de Tarso reunió en su personalidad sus raíces judías, la gran influencia que sobre él tuvo la cultura helénica y su reconocida interacción con el Imperio romano.

Pablo no cambió su nombre al abrazar la fe en Jesucristo. Se constituyó en artífice de primer orden en la construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano, merced a su talento, a su convicción y a su carácter indiscutiblemente misionero. Pero al comienzo trabajó persiguiendo a los primeros cristianos, algo que según la tradición cristiana, puso fin el mismo Jesús. Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, luego del martirio de Esteban, Saulo Pablo se dirigió a Damasco. Allí una visión le dejó ciego, recuperando la vista sólo tras su arrepentimiento y tras abrazar la fé cristiana.

Tras ser detenido y juzgado, apeló al César en calidad de ciudadano romano y fue ajusticiado. La tradición cristiana considera que fue muerto martirizado bajo el gobierno de Nerón entre los años 58 y 67 en Roma y que habría sido decapitado. Otra tradición señala que habría sido crucificado.