Alimento en riesgo
Tras el anuncio de la multinacional Monsanto para empezar a distribuir su maíz braquítico en Sinaloa, la Universidad Autónoma Chapingo (UACH) aseguró que el país no requiere incrementar su dependencia tecnológica con semillas del corporativo, pues se cuenta con el material genético disponible y existen 68 razas originarias de maíz para el cultivo. Gerardo Noriega […]
Tras el anuncio de la multinacional Monsanto para empezar a distribuir su maíz braquítico en Sinaloa, la Universidad Autónoma Chapingo (UACH) aseguró que el país no requiere incrementar su dependencia tecnológica con semillas del corporativo, pues se cuenta con el material genético disponible y existen 68 razas originarias de maíz para el cultivo.
Gerardo Noriega Altamirano, investigador y académico de la UACH, sostuvo que el maíz que comercializará Monsanto no es la panacea tecnológica y tampoco la solución para la problemática en la producción de este alimento.
“En el país vemos una agricultura campesina, donde a través del conocimiento ancestral se tienen maíces criollos, y otra empresarial que se basa en el uso intensivo de plaguicidas, semillas mejoradas y sistemas de riego muy sofisticado, pero los proveedores de esa tecnologías son los grandes corporativos internacionales”, puntualizó.
En ese sentido, abundó que la casa de estudios puso en operación un sistema de soluciones y técnicas, que aporta resultados contundentes para la producción de cultivos, la cual se basa en la integración de acciones dinámicas de vinculación universitaria y prácticas agroecológicas.
“Con la tecnología tradicional el rendimiento era de 9.5 toneladas por hectárea, mientras que con el manejo agronómico de eco-intensificación se ha alcanzado un rendimiento de 18.6 toneladas por hectárea”, detalló.
“Esta experiencia revela que en nuestro país con el material genético disponible, no son necesarios materiales transgénicos para alcanzar el alto rendimiento, el asunto es reconocer que hoy se manifiesta en la agricultura un escenario de suelos degradados con baja productividad”, subrayó.
Por lo anterior, sostuvo, se impulsan líneas de acción para alcanzar la eco-intensificación agrícola, mediante el rescate del conocimiento campesino combinado con las aportaciones de la sociedad del conocimiento; diagnóstico de la fertilidad del suelo y aprovechamiento intensivo del potencial genético del maíz.
El catedrático de Chapingo reveló que en México 139 millones 997 mil 632 hectáreas, equivalentes al 70 por ciento de los suelos mexicanos, poseen niveles bajos de materia orgánica; 62 millones 150 mil 189 hectáreas, 31 por ciento del territorio mexicano, son suelos degradados por la acidificación.
También 146 millones 798 mil 064 hectáreas, que se asocian al 73 por ciento de los suelos nacionales no poseen capacidad de intercambio catiónico suficiente, “lo que explica la poca eficiencia de la absorción de los fertilizantes de síntesis química”.
“La reducción de la fertilidad de los suelos obliga a la búsqueda de alternativas para restaurar y mantener la productividad,” dijo Altamirano.
Por ello, reiteró que las prácticas sustentables que comprenden la propuesta tecnológica desarrolladas por la UACH, pueden atender la nutrición de los cultivos, restaurar los ciclos biogeoquímicos y mantener la productividad del suelo.
David Gutiérrez