A 107 años del asesinato de Belisario Domínguez
A partir de 1953, el Senado de la República instituyó la medalla Belisario Domínguez como el mayor honor que otorga, cada 7 de octubre, a un mexicano distinguido, en homenaje a quien alzó la voz contra el gobierno huertista
El 7 de octubre de 1913 fue asesinado el legislador Belisario Domínguez, quien exigió la renuncia del presidente usurpador Victoriano Huerta y buscaba que el Senado de la República asumiera dicha exigencia.
Nació en Comitán, Chiapas en 1863, en el seno de una familia acomodada, lo que le permitió estudiar medicina en París, donde obtuvo el título de médico cirujano y partero. En 1902 se mudó a Ciudad de México y en 1903 comenzó a involucrarse en los asuntos públicos. Fundó el periódico El Vate, en el cual publicó artículos principalmente contra el gobernador porfirista de Chiapas, Rafael Pimentel. En 1905 regresó a Comitán, donde organizó un club democrático. En 1909 ganó la elección a presidente municipal del pueblo que lo vio nacer. En 1912 fue electo senador suplente por Chiapas y el 3 de marzo de 1913, al morir el propietario del cargo, Leopoldo Gout, ocupó la curul.
Domínguez llegó al Senado cuando los acontecimientos de febrero de 1913, que trajeron como consecuencia el asesinato del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, acababan de ocurrir. Con todo, se mantuvo fiel a los principios de legalidad que enarbolara Madero. Su resistencia a reconocer el gobierno del general Huerta no se hizo esperar. Solo con la muerte lograrían acallar su oposición al régimen.
Para responder al informe que Huerta rindió ante el Congreso el 16 de septiembre, Domínguez redactó un discurso que significaba un duro golpe político para el general, pues afirmaba que el texto contenía un tropel de falsedades y pintaba un panorama distinto de la realidad nacional. La disertación no recibió la aprobación del presidente del Congreso, por lo que el senador Domínguez la imprimió e hizo circular por su cuenta a manera de las populares hojas volantes de esa época.
El 23 de septiembre siguiente, Domínguez subió a la tribuna del Senado para llamar asesino y desequilibrado mental a Huerta; y al igual que el discurso del día 16, este fue impreso y distribuido entre la población.
Irreductible, el 29 de septiembre exhortó a los legisladores, en un discurso aún más radical que los anteriores, a cumplir con su deber de implantar el orden y para ello solicitaba ser comisionado para pedir la renuncia de Huerta mediante un escrito firmado por todos los senadores. Sabía que esa pretensión lo ponía en peligro de muerte, pero pensaba que era la única manera de volver a la legalidad.
Le costó la vida. La noche del 7 de octubre (algunas fuentes señalan que en la madrugada del 8), dos hombres lo sacaron del hotel donde se hospedaba. Ya no se supo de su paradero hasta unos días después, cuando su cadáver fue encontrado en una fosa, a la orilla del cementerio de Coyoacán. Este artero crimen provocó un gran clamor público. Por su parte, Huerta, en el afán de acabar con la oposición en el Congreso, disolvió la Cámara de Diputados pocos días después y encarceló a más de cien de legisladores.