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Jueves 21 de Noviembre 2024

El origen de la tradición del Día de Muertos

 

En México, cada pueblo, cada región, tiene sus propias tradiciones, sus propios usos y costumbres. Pero si hay una tradición que encontramos en cada uno de ellos, es sin lugar a dudas, la celebración del día de los muertos.


El día de los muertos es una celebración mexicana que honra a los muertos. Esta tradición se arraiga desde la época prehispánica aunque hoy en día incorporan elementos también del catolicismo y hasta toques modernos.

En México, el día de los muertos se festeja durante dos días el día 1 de noviembre, llamado Día de Todos los Santos, es cuando llegan las ánimas de los niños y el 2 de noviembre, el día de Muertos, es cuando llegan los adultos.

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, pueden ser trazados hasta la época de los indígenas de Mesoamérica, tales como los Aztecas, Mayas, Purepechas, Nahuas y Totonacas. Los rituales que celebran las vidas de los ancestros se realizaron por estas civilizaciones por lo menos durante los últimos 3,000 años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

En los lugares donde la tradición está más arraigada, los altares comienzan a tomar forma el 28 de octubre y llegan a su máximo esplendor el día 2 de noviembre. Es común, que el primer día se prenda una veladora y se coloque una flor blanca; al siguiente día se añade otra veladora y se ofrenda un vaso de agua. Para el día 30, se enciende una nueva veladora, se coloca otro vaso de agua y se pone un pan blanco; el día siguiente se coloca la fruta de temporada (mandarina, guayaba, naranja, manzana, tejocote). Para el primero de noviembre, se pone la comida dulce, el chocolate, la calabaza en tacha, y las flores. El día mayor, se coloca la comida preferida de los difuntos, el tequila, el mezcal y la cerveza. El elemento que no falta en ninguno de estos días es el copal encendido.

Tradicionalmente los altares tienen niveles, y dependiendo de las costumbres familiares se usan dos, tres o siete niveles. Los altares de dos niveles, los más comunes hoy en día, representan la división del cielo y de la tierra; los de tres niveles representan el cielo, la tierra y el inframundo, aunque también se les pueden referir como los elementos de la Santísima Trinidad.