A 50 años, Canoa: La fe ciega sin Estado que la detenga
50 años se conmemoran del suceso trágico en San Miguel Canoa, Puebla donde cuatro personas murieron incitadas por el clero del lugar y este crimen quedó sin señalamientos precisos, ya que todo el poblado resultó indirectamente implicado en el linchamiento
En medio de la noche cualquier pretexto se vuelve dudoso y no hay luz que compruebe su veracidad, si el control se ejerce por la carencia del entendimiento del lenguaje, el aislar y someter a los pobladores es tarea fácil, vivir bajo el sesgo de la realidad, esperanzados en una única persona de autoridad, ese que dice ser emisario de la palabra de dios.
Cinco décadas transcurrieron del linchamiento ocurrido la madrugada del 14 de septiembre de 1968 en San Miguel Canoa, donde cuatro personas fueron asesinadas por un pueblo enardecido e incitados por un cura, que señalaba a cinco jóvenes como posibles comunistas y de venir a esconderse al lugar olvidado por el Estado mexicano.
La tensión social nacional estaba llegando a un punto de ebullición, los ánimos estudiantiles se encontraban agitados, lo ocurrido en el lugar arraigado de Puebla fue solo un síntoma de lo que vendría poco después, la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco.
De los hechos oscuros ocurridos en el poblado hay una noción encaramada a la opacidad, solo se tiene memoria de que presuntamente el sacerdote Enrique Meza Pérez provocó a los oriundos de San Miguel Canoa para ir tras cinco trabajadores de Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) que en teoría se ocultaban en la residencia de un hombre que no era bien visto por el religioso.
Lucas García dio cobijo a Julián González Báez, Roberto Rojano Aguirre, Miguel Flores Cruz, Ramón Calvario Gutiérrez y Jesús Carrillo Sánchez, quienes estaban de paso para hacer una excursión hacia el volcán Malintzin pero que debido al estado meteorológico prefirieron pedir resguardo.
Los jóvenes señalados como comunistas no tenían ninguna afiliación con el partido rojinegro, al menos así lo señaló Julián González Báez en una entrevista concedida a el periódico local El Popular en 2013.
Meza Pérez se enteró de que García alojó a los cinco extranjeros y no dudó en convocar a los feligreses para ir tras ellos, insistiendo en que eran unos insurrectos que buscaban desestabilizar el pueblo, más de mil personas se lograron congregar en Benito Juárez 9, domicilio donde se encontraban los trabajadores de la BUAP.
Aprovechando el jolgorio previo a la celebración del día de la independencia, la muchedumbre pasó desapercibida ante los transeúntes y tomaron por sorpresa a los jóvenes que fueron trasladados con violencia del inmueble a la plaza pública de San Juan Canoa.
Jesús Carrillo Sánchez, Ramón Calvario Gutiérrez, además de Lucas García y Odilón Sánchez Islas –familiar de Lucas–murieron en manos de la turba que con machete en mano se cobró una venganza innecesaria, avivada por el miedo y el desconocimiento inyectado por el párroco que etiquetó a los forasteros como agitadores socialistas.
El hecho violento que fue inmortalizado en la cinta de Felipe Cazals “Canoa” (1976) recrea el suceso, metiendo al espectador en situación de este infierno que al día de hoy todavía cobra linchamientos clandestinos.
En una conversación con motivo de su 40 aniversario en el Festival de Cine de Guadalajara, Cazals conversó con Alfonso Cuarón y recordó que el rodar la película revivió el escozor social, ya que filmaron en las locaciones donde ocurrió la matanza e incluso cuando se entrevistaron con Meza Pérez, este les recibió con un arma de fuego a él y el guionista Tomás Pérez Turrent.
La amenaza estuvo en el aire pero el filme salió a flote, logrando marcar una incomodidad social en el clero mexicano e ir tras el galardón internacional del Premio del Jurado con el Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín.
Al día de hoy el crimen sigue impune y los linchamientos continúan en San Miguel Canoa y distintas comunidades poblanas alejadas del poder judicial, ahí donde apenas llega la mano de dios controlando a las entidades por el sometimiento de un fervor católico incuestionable y reinando la desinformación del México citadino ordinario.